Incómodo
Como por él, mi tentación
se extendió a través; era
el cuadrante apresurado
infalible gemido,
músculo aflojándose
al descansar bajo
el chorro. Era,
dije. Ayer
la ciudad comenzó
en una azotea
y en una gastada pieza
de jabón terminó.
Era el novio ideal, el
de preciso martillazo, el
más elemental
para la teoría de la oxidación; él,
un fin
de semana calado en levadura.
Incómodo, después,
reconocí el tijeretazo, su
mirada (ahí en patidifusa
lateral) al recibirme con sonrisa
heroica, en el festín
del amigo del primo
de mi cita de aquél
entonces.
(Pero ¿era él
o era yo? En fin, nos
ignoramos.) Estando así
los cuatro: los dos
presuntos alistados y
nosotros, levantamos
las copas, en urticaria
ante el brindis justo
cuando derribó un viento
la mesa, permitiéndonos apurar
el encuentro de reojo: una
complicidad
puntual, exquisita.
(Lo que siguió, de
fiesta en fiesta, devino
en cinismo;
por eso, cuando escucho
al viento golpear, sé
que los perfumes no
son mas que espesuras
del que se fugó, faltas
perdidas
en medio de la traducción
de los de entonces.) Dos aún
incómodos
de la fugacidad.
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2 commentaires:
yo quiero cajita y muy padre el poema
Ya estás. Un abrazo, Toño.
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