vendredi, mai 01, 2009

Una nota en Milenio Monterrey sobre Face Mask Free


Decoran tapabocas con mensajes alternativos

Ofrecen arte vs miedo a influenza

“De estar sentados chateando, decidimos crear este proyecto”, explicó Minerva Reynosa, poeta local.

Monterrey • Gustavo Mendoza Lemus

Un grupo de jóvenes escritores y diseñadores salieron a las calles para decorar y escribirle al miedo que ha producido el virus de la influenza en la sociedad, pues estuvieron regalando tapabocas diseñados con leyendas e imágenes al mediodía de ayer.

“De estar sentados chateando, decidimos crear este proyecto”, explicó Minerva Reynosa, poeta local quién junto a artistas visuales y escritores participaron en el proyecto, el cual denominaron “Face mask free” (libres de máscaras).

Alrededor del mediodía, los jóvenes artistas se instalaron en una de las semidestruidas bancas del corredor comercial Morelos, y en cuestión de segundos fueron llegando personas que, por curiosidad o por real necesidad, querían tener un cubrebocas decorado.

“¿Qué es lo que dice, es que no sé inglés?”, cuestionó un joven trabajador de la zona. “¿Por qué hacen esto, están locos, no se dan cuenta que con la pintura contaminan los cubrebocas?”, reprochó indignada una ama de casa. “¿Me puedes dar varios?, es que tengo unos amigos a los que les va a gustar mucho”, solicitó un joven turista.

A pesar de la alerta y sicosis que lleva ya casi una semana, el cubrebocas sigue siendo un elemento extraño para algunos, pues no faltó quién no sabía cómo ponérselo. “¿Los cordones los paso por las orejas o por detrás de la cabeza?”, preguntó uno de los que solicitaron el objeto protector, mientras que otro, más sincero, cuestionó: “¿Cómo se pone esta chingadera?”.

Los famosos cubrebocas –un artículo más cliché que protección– fueron intervenidos con marcadores, pintura en aerosol y escritura de poesía. Sus diseños iban desde una “equis”, dibujos de bocas monstruosas y frases como “Don’t sigh” (no suspiro) o “No aspire”.

“Los mensajes refieren a metáforas que genera el tapabocas, de no tener contacto con el aire o de poner una barrera a la comunicación –por eso la equis– o de que no puedes aspirar, como verbo o acción que esto representa”, explicó Reynosa.

Poco a poco, lo que sólo era un objeto que podría servir de adorno para jóvenes también fue interesando a adultos mayores, vendedores, transeúntes y niños, quienes veían algo raro e interesante en los tapabocas decorados. A la repartición de los cubrebocas, también se acercaron vagabundos y trotamundos, algunos para pedir el objeto de moda, otros para pedir dinero.

“No me regala una moneda para un agua, es que vengo de Honduras”, solicita amablemente un hombre maduro. “¿No quieres un tapabocas?”, se le preguntó, a lo que contestó de manera tajante: “No, quiero una moneda”. Sin duda, su preocupación era otra.

“La cuestión aquí es que la gente también piense un poco. Todo lo que nos llega por la pantalla (de TV) es un nivel, y si no viene por ahí no tiene razón. Esto es para que la gente piense un poco que no todo lo que nos llega por la televisión nos tiene que alimentar”, argumentó la poeta.

A final de cuentas, el ejercicio también obedeció a la creación misma del arte frente a los momentos de crisis que vive la sociedad. La siguiente frase servía como un consejo escrito en cada uno de los tapabocas: “Escritura automática para dejar de pensar en la influenza porcina”.

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