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Era adolescente, descubría las drogas, descubría mi cuerpo en las drogas, me drogaba, me drogaba, me drogaba.
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No he cambiado. Me gustan las drogas. La cocaína es mi MAX.
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Pero no se me da el vicio. Así que nunca he podido ser drogadicto.
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Para vicios, el cuerpo.
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El cuerpo de los otros.
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Mi cuerpo en el cuerpo de los otros.
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Hoy no llegué a la clase de spinnig, pero tomé mi lugar favorito y simulé estar en clase durante una hora.
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Hace mucho que no usaba la pequeña toalla que llevé hoy para secarme el sudor y evitar el sudor de otros regado sobre los aparatos del GYM.
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Estaba en el minuto 35. Quizá el 22. Cuando me sequé el rostro con la toalla.
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He dicho que tenía mucho sin usarla. Quizá dos años. Y ahí estaba.
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El impulso de las drogas no se olvida. Era el Cloruro de etilo impregnado en la toalla sobre mi rostro.
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En los espejos del salón de spinning veía que en el otro extremo estaba el chico que su horario coincide con el mío. Guapísimo.
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No podía evitar dejarme la toalla sobre el rostro y aspirar y aspirar y aspirar.
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Pedalear y pedalear y pedalear.
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Hubo un momento en que recordé aquella noche aspirando Cloruro mientras corríamos sobre los puentes peatonales.
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Corríamos con el vértigo vuelto mareo al caer rodando en carcajadas.
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Cloruro sobre las mangas de los abrigos. Era invierno. Corríamos mientras aspirábamos.
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Corríamos y era el mundo una bola de cristal sacudida dejando caer trozos de basura como copos de nieve o estrellas.
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Entonces una imagen hipnótica: el chico guapísimo corría hacia mí.
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Se acercaba inminente hasta mi rostro.
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Él, sin moverse de la banda de la caminadora.
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Eran los espejos evas ideales para la serpiente del Cloruro.
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Mi boca, la mordida.
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El chico, una manzana redonda y llena de sonido.
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Ay, el Cloruro, decía una amiga, la heroína de los pobres.
1 commentaire:
Esta pre-narración me gustó.
Por un momento imaginé la historia de todos los días en un lugar de remota existencia... Y la historia se repite como pequeños pases al concierto de la diva, Montserrat. Desde aquí se ve a la diminuta servidumbre jugar croquet y al pequeño Bingo que platica con Teresita de su intensa y gélida práctica conventual...
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