samedi, septembre 15, 2007

Los Tubos Cultural: La ceremonia del porno a granel





Los Tubos Cultural, septiembre 15, 2007
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Al escribir sobre pornografía, uno ya sabe a quién habla:
a gente como uno mismo.
Andrés Barba y Javier Montes
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Cuando una amiga vivía en Paris intentó varias veces colarse en un antro gay donde el show consistía en chicos que se duchaban en vivo, detrás de un cristal. La mayoría de las veces fracasó, según ella, porque los guardias de seguridad le negaban la admisión por parecer “demasiado heterosexual”. ¿Cómo es eso?, le pregunté curioso de dicho concepto y la forma en que llegó a tal conclusión. No supo responderme porque en realidad se le había negado la entrada durante noches exclusivas para chicos. Es que se me iban los ojos, comenta justificando su envoltorio straight con el que se desenvuelve socialmente, y agrega: nunca antes me había excitado así con un desnudo.
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“Por supuesto que el porno puede ser a veces aburrido o inconsistente”, afirman Andrés Barba (Madrid, 1975) y Javier Montes (Madrid, 1976) en La ceremonia del porno (2007), obra ganadora del XXXV Premio Anagrama de Ensayo, “el porno de los otros, sobre todo, suele resultar aburrido e inconsistente y hasta embarazoso en comparación con el porno de uno”. Los autores dicen que, suponiendo y para cerrar el caso de mi amiga, es que para que alguien se coloque de uno de los lados de la pornografía –o sea convertirse en pornófobo o pornófilo, de por vida o por un instante- es necesario que una imagen –objeto mucho más allá de la imaginación y la emoción-, nos conmueva, nos brinde una epifanía, un encuentro con lo que se es (y sin embargo permanecía desconocido), y hacer con dicha experiencia una ceremonia.
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Barba y Montes proponen un escrupuloso acercamiento a la pornografía haciendo un análisis histórico del fenómeno y, de lo que ellos llaman, el sujeto porno, mismo nacido de tecnologías como la Internet, las cámaras digitales, etc., al que definen como a “la transformación del consumidor de pornografía en potencial sujeto pornográfico (actor, director y productor de su propio material pornográfico)”. En un sentido se refieren a lo que se conoce como ‘porno amateur’, pero también develan cómo la industria porno se ha apoderado de este tipo de narración para conseguir renovar sus ventas con productos donde se muestran hombres heterosexuales sosteniendo por primera vez un acto homosexual, chicas con evidente fisonomía de menores de edad vestidas de colegialas teniendo sexo como todas unas vampiresas, etc.
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Internet propone una habitación propia pues es en ese lugar inasible donde cada uno puede desenvolverse a su gusto y dinámica. Si la experiencia porno debe ser solitaria, páginas como PornoTube, Gay.com, y hasta las más simplonas como Hi5, Facebook, tienen millones de usuarios que buscan exponerse como sujetos porno y, no lo dudemos, conseguir sexo en vivo y directo. Linda Williams acuñó el concepto ‘on/scenity’ que es “el punto de fuga donde colisionan las convenciones en torno a lo publico y lo privado, lo lascivo y lo ordinario”, o sea un secreto a voces, dicen Barba y Montes, refiriéndose a todo aquello que la cultura del afuera va aceptando ‘veladamente’ de la cultura privada de los individuos, más claramente el porno ‘on/scenity’ es todo aquel producto que circula en las calles que en el pasado fue obsceno y ahora está en escena, caso muy similar al que sucede, y sucederá, con todo aquello que circula hoy en la Internet.
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Incluso toda la seguridad que se ha (im)puesto por bien de los menores de edad estará nula en unos años, si no es que yo esté atrasado en noticias y, en realidad, la protección de los menores nunca ha existido. “La pretensión de volver de nuevo obsceno lo que ya es on/scene está destinada al fracaso”, ya lo dicen lo autores: “En un clic el sujeto se convierte en actor porno”. Un amigo me contó que su primera ceremonia porno fue en casa, a la hora que sus papás trabajaban, con las películas ‘eróticas’ en videos formato beta que su padre guardaba al fondo de la colección familiar. Ahora imaginemos a los que tienen diez años en este 2007: ¿increíble, no? De diversa manera pero igual (parafraseando el idioma infantil), el porno extiende sus brazos fuera de los objetos explícitos. Ya lo dijo Bataille: “el erotismo es cuestión de perspectiva”. Igual el porno. Ahora lo dicen Barba y Montes en relación con el fetichismo: “Donde yo sólo veo un catálogo de Adidas o un souvenir de Disneyland, otros se abisman en la contemplación de material altamente estimulante –pornográfico-.”
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Al hablar de la cuestión narrativa debe exponerse la queja más usual de los pornófobos (morales, estetas, intelectuales, apáticos, etc.) que indican “ausencia de sentido o de verosimilitud, su dislocamiento, su irrealidad en definitiva, contrastada con su hiperrealidad en la representación de los acoplamientos sexuales”. Para ello, Barba y Montes comparan al actor porno con las marionetas del teatro Ño dado que ambos se desenvuelven en escrituras narrativas de carácter simbólico donde el interés no reside en la modificación (de su personalidad, de su pasado y futuro, del hallazgo), sino en la mera exposición de una escena. Sin embargo, el porno sigue manteniendo la estructura clásica de planteamiento-nudo-desenlace, en la cual el porno necesita ser trasgresor para lograr simplemente ser. “La actriz porno”, dice Patrick Baudry, “no goza: es el gozo”. Dicha narrativa no busca contar ya que su intención es excitar, conmover los sentidos, enrolar al espectador en la búsqueda de sí mismo, del orgasmo y la intimidad afectiva con su sombra.
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A pesar de la narrativa esquematizada, el porno cuenta con una extraña recurrencia del humor. Desde los famosos remakes porno del cine popular como Kill Bill, Sherk, Star Wars, Indiana Jones, etc., hasta llegar a producciones porno con un sentido hilarante como Garganta profunda de Gerard Damiano (1972), película que hizo posible que el porno pasara a las salas comerciales porque “el humor desarticula el lenguaje de la intimidad y lo transfiere al de la colectividad”. Sin embargo, ese fenómeno fue pasajero, ahora más con el uso del Internet como medio primordial de producción, venta y distribución pornográfica. A esa relación entre lo porno y el humor, Barba y Montes la llaman “síndrome de la pastilla para la tos. Toda eficacia de la pastilla para la tos está basada en un principio simplísimo: es imposible toser mientras se traga”.
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“La pornografía nunca es un objeto identificable”, afirman Barba y Montes porque en realidad dicho objeto identificable es “la relación de un contenido con su contexto y la experiencia individual de un contenido”. Esto también lo parafrasean al hablar de arte y pornografía, donde mantienen una posición firme en cuanto que una pieza de creación de sexo explícito no cae de inmediato en la categoría de porno por su esencia sino por su intención y su localización. Este fenómeno lo explican con el ejemplo de la pintura de Courbet llamada El origen del mundo que fue hecha ex profeso para el diplomático egipcio Khalil Bey que la mantenía oculta bajo unas cortinas especiales, pasando después por las manos de coleccionistas como Jacques Lacan quien también la ocultaba y, terminando en una sala del Musée d’Orsay en donde se ha convertido en la segunda postal más vendida de las piezas del museo. “Arte pornográfico es un oxímoron similar a porno artístico. Sin embargo, el cado de El origen del mundo debería servir para entender que el arte puede muy bien ofrecer sexualmente explícitas para posibilitar una experiencia estética”.
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La ceremonia del porno ofrece una endoscopia a detalle de las partes que pertenecen o se asocian con este fenómeno. Con anécdotas, referencias, estudios y contraposiciones de políticos, intelectuales, de vecinos, de amas de casa, etc., logran concretar un libro de ensayos que no asusta ni excita tanto como el tema en cuestión, al contrario, Barba y Montes hacen las preguntas indicadas que estaban veladas en la estructura doble moralista actual, y a su vez, responden con inquietud a una nueva generación donde el contacto con las nuevas tecnologías rezagó la memoria cultural. Andrés Barba y Javier Montes, desde posiciones bien centradas, sin tomar posturas flojas, logran despojarse del impedimento imagen/lengua de un tema desplazado a las charlas pícaras de una sobremesa cualquiera para presentar un producto honesto y actual. Cabe destacar el logro primordial de los autores, la creación de una voz en conjunto, una voz a cuatro manos cual 4some donde sin alejarse del festejo ceremonioso también advierten que si algo atentará contra la pornografía será solamente el tedio (ya sea de la industria misma o de los dos polos del planeta porno). La ceremonia del porno es hoy por hoy un producto a granel y está en el espacio y en el ciberespacio y en nosotros mismos.
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En el último capítulo del libro los autores hacen un recuento de frases de pornófobos y pornófilos, aquí cuatro de ellas, a ver si identifican cuál es cuál:
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“Por favor, escribid en vuestras revistas cuánto quise que se legalizara el porno.”
Nota de suicidio de Mary Mallington,
Actriz porno, 1976
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“No entiendo que se descalifique el porno por no ser realista. Es como si alguien dijera que no le gustan los musicales porque en la vida real nadie se pone a cantar en plena calle.”
Steven Marcus
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“La verdad de la teología es la pornografía. La pantomima de los espíritus.”
Pierre Klossowski
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“Las nuevas formas de imaginación total durante el siglo pasado: el artista, el erotómano, el izquierdista y el loco.”
Susan Sontag
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