jeudi, août 23, 2007

Recomencación... Afterpop (de Eloy Fernández Porta)



Eloy Fernández Porta
De Afterpop: La literatura de la implosión mediática (Berenice, Córdoba, 2006)
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Extracto:

EL POPPY ES USTED, ABUELO. Considérese el siguiente diálogo: “Últimamente la televisión es que es un asco. Ya no se puede ver nada.” “Pues no sé qué decirte, porque como yo realmente no la veo, no puedo opinar.” Esta escena, que se encuentra en una viñeta de la serie de Mauro Entrialgo Ángel Sefija, es muy representativa del debate cultural tal como realmente se plantea en nuestros días. En el cómic en cuesión el primer personaje tiene unos cincuenta años y lleva barba, gafas y pipa; el segundo tiene unos quince años menos y es representado con algún adminículo moderno (camiseta ingeniosa, perilla recortada, etc.). El primer personaje vive en la cultura pop, asume como una condena necesaria la exposición a sus medios y se siente obligado a repetir la cansina cantinela de la Escuela de Frankfurt acerca de la estupidez de la cultura de masas; el segundo sólo es un turista de la cultura pop, y cuando la visita escoge qué objetos de esa cultura le conciernen. El primer personaje es el que, sin haber haber leído narrativa reciente, echa pestes de los “autores pop” –aunque de hecho quizá podría entenderlos mejor que el segundoporque necesita ese elemento de oposición para sustentar su discurso. Lo que falta en la viñeta –lo que se presupone, la negación de la evidencia como recurso clásico de la comicidad- es precisamente la complicidad sobre la que se funda la respetabilidad cultural. Es a personajes como ese a quien debemos el gran malentendido contemporáneo acerca del tema que nos ocupa. Es él quien “cree en Marías” como garante de alta cultura y descree de otros autores connotados como poppys; por la mismas, es el tipo de lector que cuando lee un texto llamado “Trivia Quiz” decide que eso es una “imitación del ‘Pop Quiz’ de David Foster Wallace” –sin pararse a considerar que ants de Wallace ha habido decenas de dibujantes de cómics, escritores y autores de prensa satírica que han usado el modelo del cuestionario.

Si, como hemos señalado, los criterios de distinción que suelen usarse no dan respuestas definitivas, entonces ¿en qué se diferencian los “autores pop” de los “serios”? Lo que es más importante: ¿a quién beneficia tal distinción? De entre los distintos criterios que el personaje mencionado podría manejar el más decisivo es –como muestra la viñeta- el generacional. Los medios de comunicación y entretenimiento han contribuido a plantear esta distinción de manera subrepticia y poco directa, pero no por ello menos efectiva. Desde su punto de vista existe una brecha entre los escritores que podría situarse en torno a los 35 y los 40 años –más concretamente: entre los autores nacidos a principios de los años sesenta y los autores de los setenta.

Los primeros son escritores responsables y rigurosos, que prolongan una “herencia literaria” y escriben en términos de “alta cultura”; los segundos son autores “de la era de la televisión” que están “influenciados por las audiovisuales”, y que sólo serán considerados “serios” en la medida en que realicen algún gesto muy explícito de sumisión y reverencia a la cultura literaria oficial. Dos órdenes de poder, por tanto: una jerarquía generacional (o “edadista”, como diría David Cooper) que se hace coincidir con una jerarquía cultural (la oposición entre alta y baja cultura). Este doble orden es uno de los factores que garantizan la estabilidad del sistema de las letras, en nuestro país como en otros.

El auge de la cultura pop no ha dado lugar, como suele decirse, a una “indistinción entre Shakespeare y los cómics”. La única persona en el mundo que cree eso es Alain Finkelkraut; ningún lector de cómics ha pensado jamás en esos términos. En cambio, el resultado ha sido una resituación de la jerarquía alto/bajo en el marco de la cultura pop. Existe, en efecto, una “alta cultura pop”, con una pátina respetable, y una “baja cultura pop”. Una parte de esa distinción es admisible y aun saludable: un aficionado al arte bienhumorado puede reconocer que Jeff Koons es un tipo gracioso, pero difícilmente lo pondrá por encima de Mike Kelley. Pero la cuestión aquí no es cómo se establece esa distinción subjetivamente, sino cómo se objetiva en el mercado. Andreas Huyssen creía que esa diferencia se podía fijar sobre criterios de calidad objetiva; en nuestra época se ha hecho patente que el único criterio de distinción es el poder generacional. Los que acceden al poder cultural se ocupan de que “su cultura pop” –la que les corresponde por formación, por época, quizá por edad- sea presentada y empaquetada como cultura pop denotativa –y, en última instancia, como alta cultura. El pop es lo que le gusta a la generación inmediatamente posterior a aquella que acaba de ocupar el poder; lo demás, media mediante, es alta cultura. No de otra manera se explica que novelas sobre bingos o sobre telepenas de amas de casa que van al programa de Jesús Hermida se consideren parte del sistema literario respetable, mientras que narraciones ensayísticas sobre teorías posmodernas de la fotografía se describan como “joven literatura audiovisual emergente”.
* Próximamente la presentación de Afterpop en Monterrey.

1 commentaire:

Club Chufa Blog a dit…

Buen blog, acabo de descubrirlo. Saludos y gracias por la recomendación, buscaré el libro.