Un hombre que se duele en las noches cuando el puerto se cubre con su sombra. Un hombre que avanza. Un solitario que ha perdido espacio y memoria sobre sus pasos. Olvida. Pero no avanza para evitar recordar. Olvida para encontrarse sin espanto con lo que ha sido. Por el contrario ama. Abre los ojos para ver su reflejo entre ese horror y esa hermosura que desprende el héroe cuando finita la batalla. Su sangre es un canto alargándose hacia la muerte. Y él avanza como quien disfruta un vaso de agua sin percatarse del sabor de la cicuta.
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