Nada. Nadie. Arrivó con la idea de que la austeridad reinaría su viaje. Las semanas se tejieron cuando conoció a ese hombre de ojos azules. No quiso soltarse. Quería el hedonismo. Olvidar. Sentir. Alejarse de su pasado como quien cierra los ojos delante de la pantalla para olvidarse del miedo cuando en la imagen una sierra le corta la extremidad a un ser humano. Él estaba siendo cortado en dos. Un pasado y un presente. Su futuro estaba asignado. Se iría de ese puerto al terminar la construcción del barco. Nada de hundirse. Sólo andar las calles en busca de algo o alguien mientras el descanso o las horas en que su hombre de ojos azules trabajaba.
No era marinero. Sin embargo la idea del ir y venir como una ola que no es la misma y que todos creen conocer porque alguna vez pisaron la orilla del mar era su karma. Se sentía sucio. Nada. Nadie. Una vez más hasta que encontró a otro hombre de ojos azules. Pero de piel negra. No se enamoró como del primero. Pero el sexo. La noche. El calor que desprende vivir en una alcoba con calefacción. Así muchas veces. Se vieron. Se olvidaron. Pasaron semanas.
Se tejió algo debajo del cristal que toca el arrefice. Se aferró al primer hombre. Visitaron todos los bares hasta que en uno se encontraron con el hombre de piel negra. La noche cubrió su llanto. Aquellos primeros ojos azules se enteraron de una mentira. No había sido sexo ni amor. Sólo una noche con los pies húmedos. Apenas una charla casi electrónica. Como un chat para la distancia y las relaciones interpersonales. Pero el primer hombre no comprendió. Se alejó sin señas. Sin botellas al mar. Sin fogatas que desprendieran indicaciones. Así hoy. Nada nadie. Nadie nada. Él, destinado. Cruza el puente levadizo. No regresará. Y tampoco podrá olvidar.
2 commentaires:
"Culiar y olvidar"
Ahora lo entiendo todo.
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