jeudi, février 05, 2009

Technopaegnia y Poesía, de Julián Herbet, en Letras Libres

Julián Herbert, escritor adoptado por la ciudad de Saltillo y parte del Taller de la Caballeriza, cuenta en el número de febrero de Letras Libres sobre la poesía y los diversos experimentos que los poetas mexicanos hemos llevado a cabo últimamente. Sirva este texto no para callar ni para asentar opiniones, sino para abrir discusiones, foros, exposiciones y despertar la aletargapendejez que tienen los poetas que se reservan, o los narradores que detestan el fenómeno poético, o los escritores de blog nada más, o los "intelectuales" atrapados entre Sartre y Sade y Marat y la France, o los que hasta ahora reconocen en la tele la posibilidad literaria, o los que se pasean en encuentros y se firman libros que nunca van a leer, o los que pelean el territorio de las becas y/o premios cuando otro paisano que no vive en el mismo lugar gana el reconocimiento desde su nueva trichera y entonces maldicen que sólo ellos y sólo ellos son los que pueden ganar porque son los que están y no hay más, o los que se van del lugar de nacencia gritando pestes y se olvidan de los amigos y los proyectos primigenios que los formaron y rematan todo con una frase que te involucra, o los que simplemente se pavonean desacreditando el universo. Pero el universo se las cobra, debía decirlo.
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Sobre los procesos y la forma de nombrar al poema transdisciplinario, Julián Herbert dice que
A pesar de que estos procesos compositivos tienen aceptación y demanda por parte de algunos lectores, la mayoría de los poetas y críticos de poesía mexicanos los rechaza. Tal rechazo esgrime dos argumentos fútiles: “eso no es poesía” y “eso no es ninguna novedad, pertenece a la estética de las viejas vanguardias”. La pobreza del primer argumento radica en su hipocresía: parece implicar que está muy bien que se haga poesía visual y poesía/praxis (después de todo se trata de procesos que se ejercen cotidianamente y que son admitidos en los más selectos círculos intelectuales) siempre y cuando a) no se les llame “poesía” y b) quien los realice tenga título de actor, pintor o artista conceptual, no de poeta. Lo que se intenta salvaguardar no es un proceso creativo sino un título nobiliario: poeta. Esto me parece un tanto cursi y digno de un burócrata, no de un creador. Hablar de poetas en tránsito formal y poesía en soportes no convencionales me parece importante: lo considero vía para dar un sentido más puro a una de las palabras de la tribu.
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El segundo argumento no es menos endeble, pero sin duda es más perverso: pretende que la experiencia material de los poetas es patrimonio exclusivo de las vanguardias históricas. Afirmación que quizás esté a la altura de don Ignacio de Luzán, pero que suena obtusa y hasta inmoral de cara al yonque tecnológico en que se convertirá el siglo XXI. No me parece imprudente citar aquí a Platón: “el castigo mayor es ser gobernado por otro más perverso, y es por temor a este castigo que gobiernan, cuando gobiernan, los hombres de bien”. Si algunos poetas hemos aprendido a usar Vegas o After Effects después de haber ejercitado el dáctilo es porque la poesía no es un pasatiempo: es una guerra espiritual con y por el mundo. En cualquier caso, negar que la technopaegnia y la poesía/praxis son parte de la tradición no es conservadurismo: es llana ignorancia.
Dentro del panorama que nos ofrece Julián está Monterrey:
Minerva Reynosa, Sergio Ernesto Ríos y Óscar David López lanzaron en 2008 “Pimp M(t)y Poetry”, con sede en Monterrey. Se valen del arte postal. Minerva y Sergio me enviaron por correo searching the toilette in juárez avenue, libro casero de poemas y aplicaciones en ejemplar único. Óscar David repartió, en un encuentro de escritores, volantes a colores con la efigie de Gerardo Deniz; solicitó luego que cada invitado escribiera unos pocos versos dedicados al autor de Erdera, a quien le fueron entregados esos materiales a la mañana siguiente. Óscar David tiene montado The Gangbang Show, espectáculo de cabaret que incluye travestismo, lectura de poemas y música electrónica.

José Eugenio Sánchez, avecindado en Monterrey, ha realizado videopoemas tipográficos en colaboración con Rubén Gutiérrez y un discurso virtual con técnica de videogame (“Pistoleros famosos”) en colaboración con Ángel Sánchez (v. YouTube). A fines de los noventa fue guionista y actor en el espectáculo de danza El asalto a las putas. En 2007 su lectura coreográfica Balada de las últimas bombas (en colaboración con Judith Téllez) fue recibida con beneplácito en un pequeño pero repleto teatro de Barcelona.
Herbert remata con:
El ninguneo que usualmente rodea en México a la poesía visual, sonora y activa empobrece nuestra vida intelectual. Lo que falta, a mi juicio, es una mayor crítica y autocrítica de estos procesos compositivos. Una crítica dura, seria, que tome en cuenta lo mismo la dimensión técnica y material (el empleo de herramientas retóricas alternativas) que la conceptual y emotiva. Pero que acepte también, como principio, que existen estructuras paratextuales a las que el nombre que mejor les conviene es el de poemas.
El artículo se puede leer en Letras Libres en el número de febredo de 2009. Puedes accesar directamente con un click aquí.

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